Me uno a todos los santos que están en el cielo, a todos los justos que están en la tierra, a todas las almas fieles que están en este lugar. Me uno a ti, Jesús mío, para alabar dignamente a tu santa Madre, y alabarte, en ella y por ella. Renuncio a todas las distracciones que me sobrevienen durante este Rosario, que quiero rezar con modestia, atención y devoción, como si fuera el último de mi vida.

Te ofrecemos, Santísima Trinidad, esta Creencia, para honrar todos los misterios de nuestra fe; este Padre Nuestro y estas tres Avemarías, para honrar la unidad de vuestra esencia y la trinidad de vuestras personas. Os pedimos una fe viva, una esperanza firme y una caridad ardiente.

Creo, Padre Nuestro, tres Avemarías, Gloria.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta primera decena, en honor de tu encarnación en el seno de María; y te pedimos, por este misterio y por tu intercesión, una profunda humildad. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la encarnación, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta segunda decena, en honor de la visita de tu santa Madre a su santa prima Isabel y de la santificación de San Juan Bautista; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, caridad para con nuestro prójimo. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la visita, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta tercera decena, en honor de tu nacimiento en el establo de Belén; y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra Santísima Madre, que os desprendáis de los bienes terrenales, que despreciéis las riquezas y améis la pobreza. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio del nacimiento de Jesús, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta cuarta decena, en honor de tu presentación en el templo, y de la purificación de María; y te pedimos, por este misterio y por tu intercesión, una gran pureza de cuerpo y de alma. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la purificación, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta quinta decena, en honor de tu reencuentro con María; y te pedimos, por este misterio y por tu intercesión, la verdadera sabiduría. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio del reencuentro de Jesús, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta sexta decena, en honor de Tu agonía mortal en el Huerto de los Olivos; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, la contrición por nuestros pecados. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la agonía de Jesús, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta séptima decena, en honor de Tu sangrienta flagelación; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, la mortificación de nuestros sentidos. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la flagelación de Jesús, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta octava decena, en honor de tu coronación de espinas; y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra Santísima Madre, que despreciéis el mundo. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la coronación de espinas, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta novena decena, en honor de llevar la cruz; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, paciencia en todas nuestras cruces. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de llevar la cruz, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, este décimo, en honor de tu crucifixión y muerte ignominiosa en el Calvario; y te pedimos, por este misterio y por la intercesión de tu santa Madre, la conversión de los pecadores, la perseverancia de los justos y el alivio de las almas del purgatorio. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la crucifixión de Jesús, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, este undécimo diez, en honor de tu gloriosa resurrección; y os pedimos, por este misterio y por intercesión de vuestra Santísima Madre, el amor de Dios y el fervor en vuestro servicio. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la resurrección, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta duodécima decena, en honor de tu triunfante ascensión; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, un deseo ardiente del cielo, nuestra querida patria. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la ascensión, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta decimotercera decena, en honor del misterio de Pentecostés; y te pedimos, por este misterio y por intercesión de tu Santísima Madre, el descenso del Espíritu Santo a nuestras almas. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de Pentecostés descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta decimocuarta decena, en honor de la resurrección y asunción triunfal de tu Madre al cielo; y os pedimos, por este misterio y por su intercesión, una tierna devoción a tan buena Madre.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la Asunción, descendí a nuestras almas. Que así sea.

Te ofrecemos, Señor Jesús, esta decimoquinta decena, en honor de la gloriosa coronación de tu santísima Madre en el cielo; y te pedimos, por este misterio y por tu intercesión, la perseverancia en la gracia y la corona de gloria. Que así sea.

Padre Nuestro, diez Avemarías, Gloria.

Gracias al misterio de la gloriosa coronación de María, desciende a nuestras almas. Que así sea.

Te saludo, María, amada Hija del Padre eterno, admirable Madre del Hijo, fidelísima Esposa del Espíritu Santo, augusto templo de la Santísima Trinidad; Te saludo, Princesa soberana, a quien todo está sujeto en el cielo y en la tierra; Te saludo, refugio seguro de los pecadores, Nuestra Señora de la Misericordia, que nunca rechazaste a nadie. Pecador que soy, me postro a tus pies, y te pido que me obtengas de Jesús, tu amado Hijo, la contrición y el perdón de todos mis pecados, y la sabiduría divina. Me consagro enteramente a ti, con todo lo que tengo. Os tomo hoy como mi Madre y Señora. Trátame, por tanto, como al último de tus hijos y al más obediente de tus esclavos. Escucha, Princesa mía, escucha los suspiros de un corazón que desea amarte y servirte fielmente. Que nadie diga que, entre todos los que acudieron a ti, yo fui el primero en quedar indefenso. Oh esperanza mía, oh vida mía, oh mi fiel e inmaculada Virgen María, defiéndeme, aliméntame, escúchame, instrúyeme, sálvame. Que así sea.


back-to-top